Majestuosa, elegante y visible desde cada rincón de la ciudad, la cúpula de la Basílica de Superga es uno de los símbolos indiscutibles de Turín. Más que un simple elemento arquitectónico, narra una historia de fe, victorias y memoria colectiva.
El Origen: El Voto de Víctor Amadeo II
Todo comienza en 1706, durante el asedio de Turín por el ejército franco-español. Según la tradición, el duque Víctor Amadeo II de Saboya, acampado en la colina de Superga, hizo voto a la Virgen de construir un santuario en caso de que la ciudad fuera salvada. Después de la victoria, el duque cumplió su promesa, encargando el proyecto al gran arquitecto barroco Filippo Juvarra. Las obras comenzaron en 1717 y se concluyeron en 1731, legando así uno de los edificios más icónicos del Piamonte.
Inspiraciones Clásicas y Maestría Barroca
La cúpula de la Basílica se distingue por sus líneas armoniosas y su imponente equilibrio. Juvarra se inspiró en los modelos romanos, como el Panteón y San Pedro, reinterpretándolos en clave barroca. Con una altura de aproximadamente 75 metros, descansa sobre un tambor circular adornado con ventanas que iluminan el interior con juegos de luz y sombra. La parte superior se adorna con una linterna y la estatua dorada de la Virgen, símbolo de protección y espiritualidad.
Una Terraza Panorámica sin Igual
Subiendo los escalones que conducen a la terraza de la cúpula, se despliega una vista espectacular de Turín y el arco alpino. En los días más claros, también es posible admirar la Mole Antonelliana, el Monviso y toda la llanura piamontesa.
La cúpula de la Basílica de Superga no es sólo una obra maestra de la arquitectura, sino un auténtico cofre de historia, arte y fe. Ya sea para admirar las vistas, para aprender sobre el pasado o para rendir homenaje a la memoria del Grande Torino, subir a su cima es una experiencia que deja huella.